Vivimos en una sociedad que cada vez está más envejecida, más inflamada, más tóxica, con mucho estrés y problemas psicoemocionales diversos y en donde el número de enfermedades crónicas va in crescendo…(obesidad, insomnio, depresión, trastornos cardiovasculares, autoinmunes, ansiedad, cáncer, artrosis, síndromes metabólicos, diabetes, estreñimiento pertinaz, cuadros neurodegenerativos…).

En este contexto es muy importante entender que la Salud no es sólo la ausencia de patologías, sino que es estar en el punto óptimo de Bienestar psicofísico al que cada uno pueda acceder y es, también, estar en sintonía con la Vida y con quiénes somos realmente por dentro.

Con frecuencia confundimos estar sano con estar asintomático y no es exactamente lo mismo.

Además, somos seres vivos y no estamos todos los días igual, en nuestra interrelación constante con el entorno vamos transitando por diferentes estados, incluso dentro de un mismo día…

A veces, nos duele la cabeza por tensión, digerimos mal por rabia, tenemos una diarrea por nervios, una taquicardia por desasosiego, una contractura por ansiedad, una bajada de defensas por estrés, una subida de tensión por un cabreo reprimido, un cansancio inexplicable por falta de motivación, una carencia de energía por aburrimiento, un agotamiento nervioso por saturación, una inflamación por callar y tragar lo que no queremos…

En fin, mil y un síntomas que no hacen más que manifestar sin palabras nuestro disconfort emocional o malestar por esa situación que no queremos vivir o no sabemos cómo afrontar.

Y además, generalmente el proceso es absolutamente inconsciente y automático, no depende del control de nuestra voluntad, es vegetativo y expresa nuestra auténtica verdad visceral, la que en realidad sentimos, pero no nos queremos contar porque nos cuesta ser sinceros con nosotros mismos.

Eso no significa que estemos enfermos, sino que no sabemos gestionar bien nuestras emociones y deseos profundos.

Estos síntomas psicosomáticos son el lenguaje del cuerpo, nuestro cuerpo habla y se expresa a través de ellos, pero, generalmente, los queremos tapar con ANTI-sintomáticos… anti-álgicos, anti-histamínicos, anti-depresivos, anti-ácidos, anti-bióticos, anti-inflamatorios…

Entonces vamos “normalizado” el hecho de tomar pastillas para casi todo, para acostarse, para levantarse, para la digestión, para el ánimo, para la tristeza, para cualquier dolor, para no pensar… para vivir… porque confundimos tener alguna de esas señales con estar enfermos y no sabemos cómo dialogar con el cuerpo y comprender sus mensajes o porque nos da miedo sentirlo…

Y yo me pregunto :
Hasta dónde es sano hipermedicarse?
Dónde está el límite entre lo correcto y lo saludable?
Y entre lo razonable y lo coherente?
O entre lo bueno y lo adecuado?

No podemos medicalizar la vida ni tampoco anestesiarnos para no sentir.

No me refiero por supuesto, a patologías estructuradas o a personas gravemente enfermas, sino a “síntomas de la vida cotidiana” que lo único que hacen es expresar nuestro desacuerdo con respecto a algo, alguien o alguna circunstancia que no nos gusta.

A veces hay que traspasar la búsqueda de la seguridad en la pastilla para poder acceder a la certeza interior del significado del síntoma y comprender qué nos está queriendo expresar el cuerpo porque…
en muchas ocasiones, el cuerpo simplemente “habla”
lo que la boca calla.

Es imperioso escucharse, respetarse y tomar conciencia para poder actuar en consecuencia o sin más, calmarnos y dejar que pase la tormenta…

La salud no es un bien pasivo que se pueda comprar sólo con un medicamento, sino que implica la colaboración activa del paciente con el cambio de hábitos de vida,

de actitudes, de alimentación…siempre respetando la individualidad del ser humano porque todos somos iguales, pero también diferentes y únicos al mismo tiempo.

En general, los mejores medicamentos para una vida sana son una dieta saludable, una respiración profunda y consciente, un buen estado anímico, el ejercicio moderado, hidratación suficiente, la luz solar, diversión, relaciones sociales, momentos de meditación…

La Salud también es disfrutar de la vida en coherencia y armonía con el ADN de nuestra esencia más íntima.

La vida es energía en movimiento, la energía se mueve,
se transforma constantemente, por tanto, la vida se remueve también y tenemos fluctuaciones, somos seres cíclicos con ritmos circadianos y en continua interacción con el medio ambiente y con nuestros procesos internos también.

No hay por tanto, un estado perfecto siempre estable, invariable y asintomático.

El estado de salud supone un equilibrio dinámico adaptativo constante (Homeostasis).

Se trata de una acomodación natural permanente tanto intrínseca como externa y de mantener esa situación dentro de unos márgenes saludables de oscilación.

En la inmovilidad de las cosas, en la ausencia de emoción o en la resistencia al cambio… la vida no está viva,
no fluye y no se levanta por la mañana a despertarnos…

Dra. Pilar Morán