Siempre han existido guerras, enfermedades, desastres naturales, conflictos políticos, problemas económicos, hambrunas, pobreza, accidentes, pugnas familiares, discrepancias de opinión y desencuentros en muchos ámbitos, pero desde que el Sars Cov 2 se ha metido en nuestras vidas y nos ha tomado como rehén, parece que sólo existe un único problema mundial y todo ha cambiado.
Este cambio es inversamente proporcional al tamaño del virus y directamente proporcional a sus consecuencias, tanto a nivel de salud, como médico, social y económico.
El COVID 19 nos ha enseñado lo frágil y vulnerable que puede ser la vida.

El coronavirus ha sacudido mortalmente a muchas personas,
a nuestra sociedad, las costumbres que teníamos,
la forma de relacionarnos, el tipo de vida…y a la humanidad entera, por ello es importante aprender a vivir de otra manera y sin esperar a que pase la tormenta.
Al miedo también se le vence con conocimiento y ahora ya tenemos muchas más certezas, claridad y armas terapéuticas frente al Sars Cov 2.

A pesar de eso, indudablemente asistimos a un momento social muy estresante y agotador, padecemos una especie de cansancio psicofísico pandémico y para muchas personas se ha hecho muy difícil vivir en tiempos del covid porque tenemos la vida enredada, confusa, oscura, cerrada… “covidalizada”.
Estamos cayendo en una especie de inanición vital con agotamiento sindémico crónico, con un camino incierto y sin horizonte, viviendo en un túnel negro cuya salida se ve un poco nublada.
Podemos acabar enfermando de soledad y aislamiento, creando una sociedad dicotomizada, con posturas drásticas y enfrentadas.

Creo que es muy importante salir de los extremismos y conciliar actitudes y posicionamientos.
Ni negacionistas ni absolutismos.
El virus Sars Cov 2 desgraciadamente existe y puede ser una bomba biológica de destrucción, sobre todo para determinado tipo de personas con un sistema inmunológico más vulnerable, pero no todo puede ser exclusivamente COVID.
Es cierto que tenemos a este “bicho” omnipresente en nuestra atmósfera y, por supuesto que debemos protegernos y cuidarnos, tanto a nivel individual como colectivo y tomar las medidas que sean necesarias para poder disminuir los riesgos y evitar contagios…
Pero no debemos olvidar que hay enfermedad, conflictos, problemas, guerras, muerte y vida más allá del coronavirus.

Desde el corazón, con mi absoluta solidaridad emocional y con el máximo y profundo respeto a las víctimas de la pandemia, quiero romper una lanza en favor de todos los enfermos de cáncer, accidentes, depresiones, infartos, hipertensión, ictus, fracturas, diversos traumatismos, enfermedades degenerativas, autoinmunes, urgencias médicas y quirúrgicas e innumerables dramas humanos que también requieren nuestra atención y ayuda …
Hay muchas otras patologías además de la COVID.

El exceso de información monotemática y focalizada nos satura,
no podemos hacer de la vida sólo una estadística,
ni una plataforma digital,
no podemos vivir sólo on line porque consumimos las historias en las redes en lugar de vivirlas.
Estamos radicalizando la sociedad y necesitamos filtrar tanta noticia negativa para poder mirar un poco más allá e intentar ver una salida que construya una sociedad postpandémica coherente y unida donde quepan todas las miradas conciliadas.

Estamos viviendo ahora en un mundo con los ojos tristes y el corazón cansado, en el que, a veces, nos está pesando vivir…y el mejor cambio climático que podríamos tener es cambiar el clima de separación y enfrentamiento social que tenemos actualmente.
Mantengamos todas las normas de protección que sean precisas,
las medidas preventivas de salud a nivel particular y colectivo,
el distanciamiento social…pero con proximidad relacional y emocional,
porque cada uno vive atrapado en su historia y a estas alturas, necesitamos desesperadamente la comunicación e interrelación humana sin aislamiento ni hostilidad.

Para sostenernos es fundamental alcanzar equilibrio,
templanza, coherencia, voluntad, responsabilidad individual y social, ganas de salir adelante e ilusión por conseguirlo.

¿Y si ponemos la conciencia como terreno,
la comprensión como vehículo
y el respeto como combustible para salir de la polaridad, recuperar la cohesión social y la satisfacción por vivir?

Si es que hace falta cubrir la nariz y la boca, siempre podemos “desabrochar el corazón” y aprender a relacionarnos de otras formas, la alegría también es contagiosa.
Ahora mismo nos hacen falta cosas sencillas…
un abrazo, una sonrisa, una caricia, una mirada amable,
una mano que te acompañe, descansar, compartir, tranquilizarnos, reír y poder disfrutar un poquito ese inmenso regalo que es la Vida.

 

Por favor, que no se nos olvide vivir por miedo a morir…

Dra. Pilar Morán